La periodista desgrana en el libro ‘A mí no me ha pasado nada’ (Debate) la investigación sobre los abusos sexuales en el cine español
La mañana en la que Ana Marcos viene a mi casa para hacer esta entrevista madrugo para limpiar. Ha aceptado amablemente nuestra cita en mi salón para evitarme un desplazamiento. Ventilo, hago café, pongo unos bollitos en la mesa, enciendo una vela aromática, trato de crear un ambiente extremadamente agradable para compensar la potencial crudeza de nuestra charla. Marcos acaba de publicar A mí no me ha pasado nada. Por qué normalizamos la violencia sexual contra las mujeres (Debate), un ensayo en el que recoge su experiencia investigando junto a sus compañeros de EL PAÍS Elena Reina y Gregorio Belinchón los abusos sexuales en el cine español. En el libro, Ana Marcos, periodista curtida, corresponsal en Colombia, encargada de seguir a Podemos en sus años más movidos para la sección de Nacional, relata muchos esfuerzos para llegar a la verdad sin herir a las fuentes. A las víctimas. Ahueco los cojines, le sirvo un vaso de agua, me sorprendo formando parte de una cadena de estrategias para hacer sentir razonablemente cómodas a mujeres ante conversaciones desmesuradamente incómodas. Una cadena que se activa cuando algún tipo, una noche, bloquea la salida de un portal, desliza un pestillo, cierra la mano sobre un cuello.. La editorial Debate acaba de publicar ‘A mí no me ha pasado nada’, de Ana Marcos. Por qué normalizamos la violencia sexual contra las mujeres.. ¿Por qué has escrito este libro?. Para explicar mi labor, no por hacer pedagogía, sino por intentar validar un trabajo que ha sido señalado por el hecho de investigar la violencia sexual contra las mujeres. Estamos en un momento de cuestionamiento general del periodismo y a mí me han llegado a llamar activista como si eso fuera un insulto. A alguien que hace periodismo medioambiental, contra la corrupción o por los derechos humanos en las guerras no le colocarían ese calificativo.. Preguntar y repreguntar a víctimas de violencia sexual es algo muy delicado.. Eso ha sido duro, en el libro me vuelvo a cuestionar si formé parte de un proceso de revictimización por repreguntar y pedir pruebas. La violencia contra las mujeres no deja rastro documental. Esto no son los papeles de Bárcenas, aquí nadie te filtra un sumario. Cuando tú te sientas con una mujer, le explicas lo que vas a hacer, le dejas claro que crees su historia porque es muy improbable que te vaya a abrir así su intimidad para mentir. Cuando quedábamos con ellas veíamos cómo les temblaban las manos, la voz. Es un proceso largo, en un momento dado tienes que decir: “Ahora necesito que mires tu móvil y busques esos mensajes”. Lo siguiente es hablar con su entorno, escribirlo, editarlo. El hecho de reforzar con pruebas nos protege a periodistas y a mujeres.. Mencionas la obra teatral Prima Facie, en la que una abogada pierde la confianza en el sistema judicial después de denunciar una agresión sexual. La aplicación de la ley se basa en pruebas documentales, hechos demostrables y testigos, puntales difíciles de encontrar en este tipo de delitos que en la mayoría de casos se producen en la intimidad y tardan un tiempo en denunciarse. ¿Te parece que hay un paralelismo entre las reglas de la justicia y las del periodismo? ¿Que en ambos casos es complicado aplicarlas a los delitos sexuales contra las mujeres?. Claro, sí. Nos dimos cuenta de que no podíamos aplicar los métodos del periodismo de investigación tradicional. Teníamos que garantizarles privacidad y confianza a ellas, inventar alternativas que no invaliden el trabajo periodístico. Respecto a la crítica alrededor del anonimato hay que recordar que la información política de este país está hecha con fuentes anónimas. Hemos hablado con estas mujeres y sus entornos, muchas veces, tenemos declaraciones juradas, hay seis con la misma historia, existe un patrón.. ¿Qué papel juega el trabajo, y las características particulares del trabajo en el cine, en los abusos?. Todo. La verdadera razón por la que no lo habían contado, además de que pudieran sentir vergüenza, era por tener trabajo, o por no perderlo. Todas pertenecen a la industria audiovisual de distintas maneras, y es un sector muy precario. Cuando hacía llamadas a personas del mismo entorno para confirmar los relatos de ellas les garantizaba: “No voy a decir tu nombre ni el de tu empresa. Solo necesito un entrecomillado para apuntalar la investigación” y aun así me volvían a llamar para asegurarse de que iba a proteger sus nombres. Son empresas de dos y tres empleados levantadas a pulso. No las voy a disculpar, pero hay que tener en cuenta esto cuando comparan este caso con el de Harvey Weinstein. Aquí hay muchísimo miedo por todas partes.. Durante la investigación os han señalado que esto sucede en todos los sectores.. Sí, pero como me dijo una actriz: “Este es el mundo de los sueños”. Un sector en el que puedes vivir mil vidas distintas y del que comen cuatro en este país. Desde que empiezas con 18 años tus profesores, la mayoría hombres, están en activo, te pueden dar trabajo, ya seas actriz, guionista, productora, sonidista, lo que sea. Es un sector en el que existe la posibilidad de llevar el cuerpo al límite. A mí nadie me tiene que tocar en mi trabajo para justificar un reportaje, en el cine sí sucede. La precariedad puede estar en todas partes, pero no hay muchos sitios en los que tengas que recrear escenas sexuales y donde por amor al arte o para mejorar tu escena alguien te pueda tocar donde no debe. Las coordinadoras de intimidad tienen muy poco tiempo y es algo increíble, jamás nadie se hubiera planteado una escena de acción o de tirarte de una azotea sin un especialista.
La mañana en la que Ana Marcos viene a mi casa para hacer esta entrevista madrugo para limpiar. Ha aceptado amablemente nuestra cita en mi salón para evitarme un desplazamiento. Ventilo, hago café, pongo unos bollitos en la mesa, enciendo una vela aromática, trato de crear un ambiente extremadamente agradable para compensar la potencial crudeza de nuestra charla. Marcos acaba de publicar A mí no me ha pasado nada. Por qué normalizamos la violencia sexual contra las mujeres (Debate), un ensayo en el que recoge su experiencia investigando junto a sus compañeros de EL PAÍS Elena Reina y Gregorio Belinchón los abusos sexuales en el cine español. En el libro, Ana Marcos, periodista curtida, corresponsal en Colombia, encargada de seguir a Podemos en sus años más movidos para la sección de Nacional, relata muchos esfuerzos para llegar a la verdad sin herir a las fuentes. A las víctimas. Ahueco los cojines, le sirvo un vaso de agua, me sorprendo formando parte de una cadena de estrategias para hacer sentir razonablemente cómodas a mujeres ante conversaciones desmesuradamente incómodas. Una cadena que se activa cuando algún tipo, una noche, bloquea la salida de un portal, desliza un pestillo, cierra la mano sobre un cuello.. ¿Por qué has escrito este libro?. Para explicar mi labor, no por hacer pedagogía, sino por intentar validar un trabajo que ha sido señalado por el hecho de investigar la violencia sexual contra las mujeres. Estamos en un momento de cuestionamiento general del periodismo y a mí me han llegado a llamar activista como si eso fuera un insulto. A alguien que hace periodismo medioambiental, contra la corrupción o por los derechos humanos en las guerras no le colocarían ese calificativo.. Preguntar y repreguntar a víctimas de violencia sexual es algo muy delicado.. Eso ha sido duro, en el libro me vuelvo a cuestionar si formé parte de un proceso de revictimización por repreguntar y pedir pruebas. La violencia contra las mujeres no deja rastro documental. Esto no son los papeles de Bárcenas, aquí nadie te filtra un sumario. Cuando tú te sientas con una mujer, le explicas lo que vas a hacer, le dejas claro que crees su historia porque es muy improbable que te vaya a abrir así su intimidad para mentir. Cuando quedábamos con ellas veíamos cómo les temblaban las manos, la voz. Es un proceso largo, en un momento dado tienes que decir: “Ahora necesito que mires tu móvil y busques esos mensajes”. Lo siguiente es hablar con su entorno, escribirlo, editarlo. El hecho de reforzar con pruebas nos protege a periodistas y a mujeres.. Mencionas la obra teatral Prima Facie, en la que una abogada pierde la confianza en el sistema judicial después de denunciar una agresión sexual. La aplicación de la ley se basa en pruebas documentales, hechos demostrables y testigos, puntales difíciles de encontrar en este tipo de delitos que en la mayoría de casos se producen en la intimidad y tardan un tiempo en denunciarse. ¿Te parece que hay un paralelismo entre las reglas de la justicia y las del periodismo? ¿Que en ambos casos es complicado aplicarlas a los delitos sexuales contra las mujeres?. Claro, sí. Nos dimos cuenta de que no podíamos aplicar los métodos del periodismo de investigación tradicional. Teníamos que garantizarles privacidad y confianza a ellas, inventar alternativas que no invaliden el trabajo periodístico. Respecto a la crítica alrededor del anonimato hay que recordar que la información política de este país está hecha con fuentes anónimas. Hemos hablado con estas mujeres y sus entornos, muchas veces, tenemos declaraciones juradas, hay seis con la misma historia, existe un patrón.. ¿Qué papel juega el trabajo, y las características particulares del trabajo en el cine, en los abusos?. Todo. La verdadera razón por la que no lo habían contado, además de que pudieran sentir vergüenza, era por tener trabajo, o por no perderlo. Todas pertenecen a la industria audiovisual de distintas maneras, y es un sector muy precario. Cuando hacía llamadas a personas del mismo entorno para confirmar los relatos de ellas les garantizaba: “No voy a decir tu nombre ni el de tu empresa. Solo necesito un entrecomillado para apuntalar la investigación” y aun así me volvían a llamar para asegurarse de que iba a proteger sus nombres. Son empresas de dos y tres empleados levantadas a pulso. No las voy a disculpar, pero hay que tener en cuenta esto cuando comparan este caso con el de Harvey Weinstein. Aquí hay muchísimo miedo por todas partes.. Durante la investigación os han señalado que esto sucede en todos los sectores.. Sí, pero como me dijo una actriz: “Este es el mundo de los sueños”. Un sector en el que puedes vivir mil vidas distintas y del que comen cuatro en este país. Desde que empiezas con 18 años tus profesores, la mayoría hombres, están en activo, te pueden dar trabajo, ya seas actriz, guionista, productora, sonidista, lo que sea. Es un sector en el que existe la posibilidad de llevar el cuerpo al límite. A mí nadie me tiene que tocar en mi trabajo para justificar un reportaje, en el cine sí sucede. La precariedad puede estar en todas partes, pero no hay muchos sitios en los que tengas que recrear escenas sexuales y donde por amor al arte o para mejorar tu escena alguien te pueda tocar donde no debe. Las coordinadoras de intimidad tienen muy poco tiempo y es algo increíble, jamás nadie se hubiera planteado una escena de acción o de tirarte de una azotea sin un especialista.. Seguir leyendo