El sevillano reedita una faena exquisita que la espada frena; una oreja para la pureza de Urdiales y otra para Castella, penalizado por el palco; buena la corrida de Juan Pedro Leer
El sevillano reedita una faena exquisita que la espada frena; una oreja para la pureza de Urdiales y otra para Castella, penalizado por el palco; buena la corrida de Juan Pedro Leer
Alguien dijo lo bien que vendría a Curro que Diego o Pablo, o Pablo y Diego, le dieran una alegría. Y los dos colocaron una sonrisa en el busto aceitunado del Faraón. A Aguado le faltó la contundencia del espadazo de Urdiales para pasear la oreja en aquella vuelta al ruedo plena de sevillanía. Y después estalló la polémica con Sebastián Castella, que sorteó el mejor lote de la buena y dispar corrida de Juan Pedro. Ya se había llevado un trofeo de uno y se quedó sin el del otro por obstinación presidencial. Criterios y gustos a parte, en orden al Reglamento se debió conceder. La división en los tendidos derivó en una bronca formidable.. Aguado concedió el deseo del desconocido con una maravilla. Una prodigio de caricias, una faena de natural torería, fluida en el cauce del toreo y salpicada de golpes deslumbrantes. Aquel cambio de mano por delante -puro Bienvenida-, aquella trinchera, un kikiríquí de calambre y la dulce cadencia de los muletazos de remate. Pablo Aguado, que brindó la muerte del toro a Miquel Barceló, en verdad lo que le ofreció fue una fina obra de arte. Fue el juampedro el preciso colaborador -por fuera y por dentro-: la bondad cosida al poder exacto, superada la aflicción en el caballo. Lo había catado el sevillano con el capote en una sedosa madeja de verónica que desembocó en una media superior. Sonrió la Maestranza. Y también Romero en su casa con el transistor.. Pablo Aguado envolvió su derecha de terciopelo, y en esa altura que domina brotó el gozo, ligado y armonioso. El toro se rebrincó más por la izquierda, bien resuelta. Y en la última, o penúltima, serie en su derecha, sublimó lo exquisito. Una coda hacia tablas fue una danza.. Muletazo con sabor de UrdialesEfe. Lo de Diego Urdiales fue un empeño de un tipo irreductible, una fabulación contra el silencio, una ejercicio de equilibrista sobre un toro -el cuarto ya- de tan buen estilo como quebradizo. Y, antes o después de todo, la persecución del sueño del toreo que fue tejiendo con los vuelos y el tacto de las yemas. Enfrontilado y puro, casi de uno en uno. En esos algodonales hubo algo de El Viti en aquellas virtuosas faenas de enfermero de los 70, el temple y la solemnidad sostenidos. No había más eco en la plaza sorda que el entusiasmo de unos pocos. No desistió nunca, y en su izquierda terminó por rendir Sevilla, que claudicó definitivamente ante el inapelable espadazo hasta la oreja. Vale y bien. Pero luego si hay otra petición todavía con más pañuelos, no se puede negar.. Castella en un cambio de manoEfe. El cartel se hacía raro con Sebastián Castella enclavijado ahí en medio, rompiendo la coherencia. Saltó Mágico a engrosar la nómina de notables toros de la feria con su trapío redondo, los pitones por delante, la perfección de su dibujo y, sobre todo, una embestida tempranamente definida. El son templado en el capote serenamente volado de Sebastián Castella. Colocaba la cara con primor. Castella se apretó en un quite por chicuelinas, tafalleras, una caleserina; replicó Aguado por aladas chicuelinas. El toro contaba con ritmo y una generosa salida de los vuelos: se iba un metro. SC le cogió el aire y lo toreó largo y ligado hasta que se gastó un poco antes de hora. Unas bernadinas de ¡ay! elevaron el diapasón. Estocada pasada y premio.. Ante el quinto, bueno pero no tan bueno ni tan fácil, pues apuntó más de lo se dio -tremendo José Chacón, por cierto-, Castella convenció menos, pero firme y seduciendo igual. El toro había cambiado, reponía más que repetía no se soltaba, siempre encima. Un espadazo soberbio, la petición aplastante, la división y la bronca. Ese Reglamento don Gabriel.. Diego Urdiales se había encontrado en los albores de la tarde con un toro sardo, bonito y dormido. Le costó fijarse, tan abanto. Cuando lo hizo, Urdiales desplegó una gavilla de verónicas con aire clásico. Ya pasó con la humillación contada, el empleo en falso, apuntando la insincera entrega. Como fue. El arnedano quiso ponerle ritmo desde el torero principio de ayudados rodilla en tierra; sutil la trincherilla de la resolución. Desarrolló la faena provocando el ole en el embroque, y en empuje desde él. Cuando el toro se perdía la humillación totalmente. Tres buenas series de derechazos, una tropezada y la izquierda de trámite, el peor pitón. Una ovación tras media estocada.. No valió tampoco el sexto, se descomponía por dentro, frenado. Aguado abrevió. Ya había maravillado, colocando la sonrisa en la cara del Faraón.. LA MAESTRANZA. Jueves, 8 de mayo de 2025. Décima segunda de feria. Casi lleno. Toros Juan Pedro Domecq; de distintos tipos, hechuras y seriedades; buenos en conjunto; el 2º fue notable; el 5º no tanto; fácil el 3º; de buen estilo el frágil 4º; 1º y 6º no sirvieron.. DIEGO URDIALES, DE TABACO Y ORO. Media estocada (saludos); en el cuarto, gran estocada (oreja).. SEBASTIÁN CASTELLA, de ROSA PALO Y ORO. Estocada trasera (oreja); en el quinto, estocada (petición y vuelta).. PABLO AGUADO, DE BUGANVILLA Y ORO. Pinchazo y media (petición y vuelta al ruedo); en el sexto; estocada casi entera(silencio).
Toros // elmundo