Una compañía como Páramo Presenta, acaso la mayor promotora de conciertos de Colombia, podría revelar más de un secreto sobre el PIB del país. Tanto los recién iniciados en el mundo de la música en vivo como los melómanos, ya se han habituado: los precios de las boletas para ver a sus ídolos están disparados. En festivales y giras, como las de Shakira, las entradas llegan hasta los 280 dólares. Pero da igual. Para un fan emocionado, al parecer, poco importa el peso de una inflación que este año se ha mantenido alrededor del 5%. Su sueño de estar presente en los estadios y arenas desafía las lógicas de una economía que a duras penas se despereza y cerrará 2025 con un crecimiento de alrededor del 2,7%.. La música en directo, no cabe duda, se ha convertido en un negocio jugoso en Colombia. Basta con echar un vistazo somero a las cifras: solo en junio, de acuerdo con datos del Ministerio de Cultura, los conciertos le dejaron al fisco unos 17.869 millones de pesos (alrededor de 4.646.000 dólares), un monto que triplicó los ingresos del mismo mes de 2024. “El sector entró en furor a partir de 2023 y desde entonces el crecimiento no ha parado. Año a año vemos cómo moviliza empleo formal e informal, porque buena parte es temporal. En 2025 ya hemos contabilizado unos 1.120 conciertos”, detalla la investigadora de la consultora Raddar Laura Olaya.. Al mando se halla un puñado de actores que compiten en el circuito de los festivales internacionales. El líder local en este entorno es la ya mencionada Páramo Presenta, compañía de raíz colombiana que, desde 2023, está bajo control accionarial de una filial latinoamericana de la californiana Live Nation, la mayor promotora del mundo. Para formarse una idea, la compañía calcula que su Festival Cordillera, celebrado en Bogotá a mediados de este mes, le dejó a la capital unos 20 millones de dólares. Al brillo de 30 artistas, como Fito Páez o Miguel Bosé, se sumó una asistencia total de 82.000 espectadores.. El resultado es claro: turistas y visitantes con tarjetas de crédito impulsan el consumo en hoteles, restaurantes, bares y servicios de transporte. Este fenómeno, analizado a nivel internacional —es el caso del impacto económico de la gira de Taylor Swift en varias ciudades—, muestra cómo, junto al turismo, se ha convertido en uno de los pilares del crecimiento de la economía colombiana. Al observar de cerca la categoría que el DANE denomina “Actividades artísticas, entretenimiento y recreación”, que engloba a los conciertos, se confirma su relevancia, ubicándose entre el segundo y tercer lugar en aporte al Producto Interno Bruto durante los últimos dos años.. La música en vivo ejerce de protagonista dentro de este componente, con un peso relevante junto al de las apuestas en línea. Su crecimiento sostenido ha posicionado a Colombia en el mapa: “La implementación de la ley de espectáculos públicos, en 2011, profesionalizó y formalizó a los promotores. También generó una serie de reglas más sencillas de cumplir y ayudó a consolidar un tejido empresarial. Todo ello catapultó a Bogotá en una plaza importante junto a Ciudad de México, São Paulo y Buenos Aires”, recuerda la economista y consultora de LadoB Juliana Barrero.. La capital, con sus limitaciones de infraestructura vial y su ubicación estratégica en el centro de la región, es el núcleo de esta industria. Basta revisar la quincena de macroconciertos que componen su calendario anual. Distribuidos en escenarios como el Movistar Arena, el estadio El Campín, el Parque Simón Bolívar o el recién inaugurado Vive Claro Arena, alternan con un menú de festivales y recitales al aire libre. “Los espectáculos en vivo tienen una cadena de irrigación económica gigante. Su efecto multiplicador sugiere que, en general, por cada peso que la industria invierte en generar un concierto, a la ciudad le entran 1,3 pesos. Por eso es una máquina global que tiene efectos probados sobre la inflación”, precisa Barrero.. A Bogotá, que absorbe el 49% total del recaudo de estos grandes espectáculos, la siguen Medellín (22%), Barranquilla y la pequeña Cota (6%), vecina de la capital y que actúa como un suburbio satélite. Pero en las ciudades pequeñas y medias también se desenvuelve una escena cultural donde no solo brillan las estrellas de la música popular, como Jhonny Rivera, Jessi Uribe o Luis Alberto Posada, sino además se nutre de actividades de artes escénicas que dejan buenos dividendos, según el Portal Único de la Ley de Espectáculos de las Artes Escénicas del Estado. Todo esto sucede en un país donde la inflación se come mes a mes el poder adquisitivo de miles de colombianos.. Quizás por ello, Juliana Barrero insiste en que el diseño de buenas políticas públicas culturales es clave. Acaso la única herramienta a la mano para diversificar la oferta. Y contener la concentración en un manojo de grandes productores que ofrecen un territorio sonoro reducido y al alcance de pocos. “Hay que aprovechar que ya jugamos en las grandes ligas para tener unos ecosistemas bien nutridos, con consumos distintos y de calidad. Es decir, que la ciudadanía pueda ir a ver a los grandes como Kendrick Lamar, y al mismo tiempo tenga un mercado abierto para escuchar buena música en vivo por 50.000 pesos en un bar de barrio”.. Seguir leyendo
La música en vivo impulsa su facturación un 30% en el primer semestre y gradúa al país como un núcleo de la industria en la región, junto a Ciudad de México, São Paulo y Buenos Aires
Una compañía como Páramo Presenta, acaso la mayor promotora de conciertos de Colombia, podría revelar más de un secreto sobre el PIB del país. Tanto los recién iniciados en el mundo de la música en vivo como los melómanos, ya se han habituado: los precios de las boletas para ver a sus ídolos están disparados. En festivales y giras, como las de Shakira, las entradas llegan hasta los 280 dólares. Pero da igual. Para un fan emocionado, al parecer, poco importa el peso de una inflación que este año se ha mantenido alrededor del 5%. Su sueño de estar presente en los estadios y arenas desafía las lógicas de una economía que a duras penas se despereza y cerrará 2025 con un crecimiento de alrededor del 2,7%.. La música en directo, no cabe duda, se ha convertido en un negocio jugoso en Colombia. Basta con echar un vistazo somero a las cifras: solo en junio, de acuerdo con datos del Ministerio de Cultura, los conciertos le dejaron al fisco unos 17.869 millones de pesos (alrededor de 4.646.000 dólares), un monto que triplicó los ingresos del mismo mes de 2024. “El sector entró en furor a partir de 2023 y desde entonces el crecimiento no ha parado. Año a año vemos cómo moviliza empleo formal e informal, porque buena parte es temporal. En 2025 ya hemos contabilizado unos 1.120 conciertos”, detalla la investigadora de la consultora Raddar Laura Olaya.. Al mando se halla un puñado de actores que compiten en el circuito de los festivales internacionales. El líder local en este entorno es la ya mencionada Páramo Presenta, compañía de raíz colombiana que, desde 2023, está bajo control accionarial de una filial latinoamericana de la californiana Live Nation, la mayor promotora del mundo. Para formarse una idea, la compañía calcula que su Festival Cordillera, celebrado en Bogotá a mediados de este mes, le dejó a la capital unos 20 millones de dólares. Al brillo de 30 artistas, como Fito Páez o Miguel Bosé, se sumó una asistencia total de 82.000 espectadores.. El resultado es claro: turistas y visitantes con tarjetas de crédito impulsan el consumo en hoteles, restaurantes, bares y servicios de transporte. Este fenómeno, analizado a nivel internacional —es el caso del impacto económico de la gira de Taylor Swift en varias ciudades—, muestra cómo, junto al turismo, se ha convertido en uno de los pilares del crecimiento de la economía colombiana. Al observar de cerca la categoría que el DANE denomina “Actividades artísticas, entretenimiento y recreación”, que engloba a los conciertos, se confirma su relevancia, ubicándose entre el segundo y tercer lugar en aporte al Producto Interno Bruto durante los últimos dos años.. La música en vivo ejerce de protagonista dentro de este componente, con un peso relevante junto al de las apuestas en línea. Su crecimiento sostenido ha posicionado a Colombia en el mapa: “La implementación de la ley de espectáculos públicos, en 2011, profesionalizó y formalizó a los promotores. También generó una serie de reglas más sencillas de cumplir y ayudó a consolidar un tejido empresarial. Todo ello catapultó a Bogotá en una plaza importante junto a Ciudad de México, São Paulo y Buenos Aires”, recuerda la economista y consultora de LadoB Juliana Barrero.. La capital, con sus limitaciones de infraestructura vial y su ubicación estratégica en el centro de la región, es el núcleo de esta industria. Basta revisar la quincena de macroconciertos que componen su calendario anual. Distribuidos en escenarios como el Movistar Arena, el estadio El Campín, el Parque Simón Bolívar o el recién inaugurado Vive Claro Arena, alternan con un menú de festivales y recitales al aire libre. “Los espectáculos en vivo tienen una cadena de irrigación económica gigante. Su efecto multiplicador sugiere que, en general, por cada peso que la industria invierte en generar un concierto, a la ciudad le entran 1,3 pesos. Por eso es una máquina global que tiene efectos probados sobre la inflación”, precisa Barrero.. A Bogotá, que absorbe el 49% total del recaudo de estos grandes espectáculos, la siguen Medellín (22%), Barranquilla y la pequeña Cota (6%), vecina de la capital y que actúa como un suburbio satélite. Pero en las ciudades pequeñas y medias también se desenvuelve una escena cultural donde no solo brillan las estrellas de la música popular, como Jhonny Rivera, Jessi Uribe o Luis Alberto Posada, sino además se nutre de actividades de artes escénicas que dejan buenos dividendos, según el Portal Único de la Ley de Espectáculos de las Artes Escénicas del Estado. Todo esto sucede en un país donde la inflación se come mes a mes el poder adquisitivo de miles de colombianos.. Quizás por ello, Juliana Barrero insiste en que el diseño de buenas políticas públicas culturales es clave. Acaso la única herramienta a la mano para diversificar la oferta. Y contener la concentración en un manojo de grandes productores que ofrecen un territorio sonoro reducido y al alcance de pocos. “Hay que aprovechar que ya jugamos en las grandes ligas para tener unos ecosistemas bien nutridos, con consumos distintos y de calidad. Es decir, que la ciudadanía pueda ir a ver a los grandes como Kendrick Lamar, y al mismo tiempo tenga un mercado abierto para escuchar buena música en vivo por 50.000 pesos en un bar de barrio”.
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