El domingo le preguntaron a Angelina Jolie por la situación de Estados Unidos, y admitió con tristeza que en estos momentos le cuesta mucho reconocer a su país. Supe a qué se refería porque solo dos días antes me había pasado exactamente lo contrario. Fue cuando hubo un desfile internacional en la Plaza Mayor de Madrid y tras los asistentes vip que contemplaban en primera fila el espectáculo vi a los españolitos de a pie guardando una compostura civilizadísima, apoyados con ilusión en la discreta barrera mientras en el centro de la plaza ocurrían cosas bellas. Me parecieron muy similares a los que, llegado el momento, fueron capaces de saltar las vallas y parar una vuelta ciclista: la defensa de lo humano puede cobrar formas extrañas. Por ejemplo, yo estoy ahora mismo defendiendo un desfile de moda privado que ocupó un espacio público. Llegó Pedro Almodóvar a coronar el front row vestido con una camisa como de señora y un bolso en bandolera como de paisano y se me ocurrió entonces que tengo una suerte enorme de vivir en un país donde uno de sus más ilustres ciudadanos (y artistas) defiende a los maricones, a las trans, a los pecadores. Y no solo eso: les lleva con él a la alfombra roja para que brillen por las cosas que importan. No soy monárquica, ni nacionalista, ni, Dios me libre, religiosa, pero cuando (gracias a un dron que despegó de la cabeza de ese Felipe III a caballo que Italia le regaló a España cuando los Medici aún eran importantes) contemplé a vista de pájaro la pasarela de terciopelo rosa y neones en la que se había convertido lo que un día fue el mercado central de la Villa, me santigüé del stendhalazo: soy de un país donde la religión aún de vez en cuando puede ser arte y no dogma. Uno donde una millonaria de primer nivel, con presupuesto para alquilar una plaza herreriana, aún puede meterse en un cine frecuentado por pobres, ella sin miedo a que la atraquen, ellos sin miedo a que les arresten por su nacionalidad. Cuanto más digno es un país menos falta le hacen policía o patriotismo. Seguir leyendo
columna. Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado. Angelina Jolie no reconoce a Estados Unidos. ¿Reconoce usted a España?. La pasarela en la Plaza Mayor de Madrid creada para el desfile de Carolina Herrera.. El domingo le preguntaron a Angelina Jolie por la situación de Estados Unidos, y admitió con tristeza que en estos momentos le cuesta mucho reconocer a su país. Supe a qué se refería porque solo dos días antes me había pasado exactamente lo contrario. Fue cuando hubo un desfile internacional en la Plaza Mayor de Madrid y tras los asistentes vip que contemplaban en primera fila el espectáculo vi a los españolitos de a pie guardando una compostura civilizadísima, apoyados con ilusión en la discreta barrera mientras en el centro de la plaza ocurrían cosas bellas. Me parecieron muy similares a los que, llegado el momento, fueron capaces de saltar las vallas y parar una vuelta ciclista: la defensa de lo humano puede cobrar formas extrañas. Por ejemplo, yo estoy ahora mismo defendiendo un desfile de moda privado que ocupó un espacio público. Llegó Pedro Almodóvar a coronar el front row vestido con una camisa como de señora y un bolso en bandolera como de paisano y se me ocurrió entonces que tengo una suerte enorme de vivir en un país donde uno de sus más ilustres ciudadanos (y artistas) defiende a los maricones, a las trans, a los pecadores. Y no solo eso: les lleva con él a la alfombra roja para que brillen por las cosas que importan. No soy monárquica, ni nacionalista, ni, Dios me libre, religiosa, pero cuando (gracias a un dron que despegó de la cabeza de ese Felipe III a caballo que Italia le regaló a España cuando los Medici aún eran importantes) contemplé a vista de pájaro la pasarela de terciopelo rosa y neones en la que se había convertido lo que un día fue el mercado central de la Villa, me santigüé del stendhalazo: soy de un país donde la religión aún de vez en cuando puede ser arte y no dogma. Uno donde una millonaria de primer nivel, con presupuesto para alquilar una plaza herreriana, aún puede meterse en un cine frecuentado por pobres, ella sin miedo a que la atraquen, ellos sin miedo a que les arresten por su nacionalidad. Cuanto más digno es un país menos falta le hacen policía o patriotismo.. Tu suscripción se está usando en otro dispositivo. ¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?. Añadir usuarioContinuar leyendo aquí. Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.. ¿Por qué estás viendo esto?. Flecha. Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.. Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.. ¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.. En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.. Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.. Sobre la firma. Licenciada en Periodismo por la USC y Master en marketing por el London College of Communication, está especializada en consumo y cultura de masas. Comenzó en Diario de León y en La Voz de Galicia. Autora de ‘Quiero y no puedo. Una historia de los pijos de España’ (Blackie Books). Siempre lee los comentarios.. Normas ›. Mis comentariosNormas. Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos. Please enable JavaScript to view the comments powered by Disqus.. Más información. Archivado En. Opinión. Carolina Herrera. Plaza Mayor Madrid. Pedro Almodóvar. Felipe III. Religión. Moda. Cine. Angelina Jolie. Festival San Sebastián. Si está interesado en licenciar este contenido, pinche aquí. _. Últimas noticias. 14:1314:0513:5713:56. Lo más visto
El domingo le preguntaron a Angelina Jolie por la situación de Estados Unidos, y admitió con tristeza que en estos momentos le cuesta mucho reconocer a su país. Supe a qué se refería porque solo dos días antes me había pasado exactamente lo contrario. Fue cuando hubo un desfile internacional en la Plaza Mayor de Madrid y tras los asistentes vip que contemplaban en primera fila el espectáculo vi a los españolitos de a pie guardando una compostura civilizadísima, apoyados con ilusión en la discreta barrera mientras en el centro de la plaza ocurrían cosas bellas. Me parecieron muy similares a los que, llegado el momento, fueron capaces de saltar las vallas y parar una vuelta ciclista: la defensa de lo humano puede cobrar formas extrañas. Por ejemplo, yo estoy ahora mismo defendiendo un desfile de moda privado que ocupó un espacio público. Llegó Pedro Almodóvar a coronar el front row vestido con una camisa como de señora y un bolso en bandolera como de paisano y se me ocurrió entonces que tengo una suerte enorme de vivir en un país donde uno de sus más ilustres ciudadanos (y artistas) defiende a los maricones, a las trans, a los pecadores. Y no solo eso: les lleva con él a la alfombra roja para que brillen por las cosas que importan. No soy monárquica, ni nacionalista, ni, Dios me libre, religiosa, pero cuando (gracias a un dron que despegó de la cabeza de ese Felipe III a caballo que Italia le regaló a España cuando los Medici aún eran importantes) contemplé a vista de pájaro la pasarela de terciopelo rosa y neones en la que se había convertido lo que un día fue el mercado central de la Villa, me santigüé del stendhalazo: soy de un país donde la religión aún de vez en cuando puede ser arte y no dogma. Uno donde una millonaria de primer nivel, con presupuesto para alquilar una plaza herreriana, aún puede meterse en un cine frecuentado por pobres, ella sin miedo a que la atraquen, ellos sin miedo a que les arresten por su nacionalidad. Cuanto más digno es un país menos falta le hacen policía o patriotismo.. Seguir leyendo