Levantarse por la mañana en verano y ventilar para refrescar la casa, cerrando cuando empieza a hacer calor, o subir y bajar las persianas manualmente para controlar el sombreado son el tipo de gestos atávicos con los que Jaime Prous (Barcelona, 43 años) disfruta porque le conectan con la consciencia de habitar. En un mundo en el que en casi todos los interiores estamos a una temperatura estable de manera artificial prácticamente todo el año, el arquitecto ha huido de soluciones domóticas y de un exceso de asistencia energética a través de estrategias pasivas o manuales como la orientación, los filtros y la ventilación cruzada. “Parece como si, para ser más sostenible, hubiera que tener todo tipo de dispositivos: domótica, máquinas de aerotermia, placas fotovoltaicas… Sin embargo, ser sostenible empieza en uno mismo redefiniendo los parámetros de confort, que, por otro lado, es algo que te conecta más con el entorno y con la época del año. Estar siempre a 22 grados te desconecta de la realidad en la que vives”, apunta.. Su casa se encuentra en una zona alta de Teià, en el Maresme de Barcelona. Los pórticos de su diseño recuerdan a la Casa dels Cecs, del artista Xavier Corberó, que Jaime subscribe como referencia, así como la influencia de José Antonio Coderch o de Gottfried Semper en su concepción mediterránea y en la cohesión de los espacios interiores y exteriores. Estos pórticos generan un espacio híbrido y difuso, sobre todo en la planta intermedia, donde se encuentra la zona social, que se mueve entre los límites de un interior y un exterior, funcionando como ambas cosas. Unas persianas alicantinas hacen de filtros y ayudan a controlar manualmente el sombreado, así como la vegetación a base de buganvilla, prunus y un olivo, recuperado de la parcela original.. “La idea era hacer algo en una línea un poco más de arquitectura vernácula, más tradicional y mediterránea, en la que con un porche y un patio se puede conseguir una gran riqueza arquitectónica, sobre todo en este clima. Yo creo que ahora se está dando una vuelta a esto porque durante una época ha habido una predominancia del movimiento moderno y del racionalismo, que al final es una arquitectura que no estaba pensada para un clima como el nuestro. Hay una vuelta a lo vernáculo porque es lo que toca, quizá no tanto por dialogar con el entorno, sino con el clima, no solo por cuestiones ecológicas sino también para que no tengamos que vivir en una cápsula climatizada”, reflexiona.. Su vivienda, no obstante, tiene un diseño muy contemporáneo, solo que la ha pensado integrando soluciones y estrategias vernáculas. Se encuentra en una parcela con un potente desnivel de 11 metros, que fue lo que definió su distribución. La parte más alta se destinó a aparcamiento; en un nivel inferior se ubicó el acceso a la vivienda, en la planta donde se encuentra la zona social, integrada por el salón, la cocina, el comedor y el porche; los dormitorios y un despacho se instalaron en la planta más baja, con acceso al jardín y a la piscina.. La parcela había sido un olivar desde los años cuarenta, pero se había quedado abandonado y se lo había comido la vegetación. “Esta zona era como un bosque. Tenía muchos árboles, desde olivos a pinos, naranjos e higueras. Cuando vimos la parcela por primera vez la descartamos, no solo porque era muy complicada debido al desnivel que tenía, sino también por su vegetación salvaje”, recuerda el marido de Jaime, Víctor Carballo (Teià, 36 años), quien se encarga del paisajismo de los proyectos de su pareja, aparte de su trabajo como psicólogo en la Universitat Oberta de Catalunya. Jaime y Víctor se conocieron hace ocho años. A los cuatro meses se fueron a vivir juntos, a los seis encontraron la parcela y, a los nueve, la compraron. En 2021 se casaron y viven en esta casa desde 2023. “Yo siempre voy mirando qué oportunidades hay en el mercado inmobiliario. Nunca había encontrado a nadie que me siguiera con mis locuras”, bromea Víctor.. La zona en la que se encuentra la vivienda pertenece a Teià, en el entorno de Alella y El Masnou. En esta parte del Maresme se hicieron villas algunos de los que regresaron tras la pérdida de las últimas colonias en 1898; también, la burguesía de Barcelona de la época. En los alrededores, quedan múltiples muestras de la arquitectura del noucentisme de principios del siglo XX, un movimiento de reacción al modernismo que huyó de su exceso de organicismo en favor de unas líneas arquitectónicas y una decoración simplificadas. En la arquitectura catalana, específicamente, abogaba por un estilo nuevo, inspirado, asimismo, en tipologías vernáculas mediterráneas y en composiciones más clásicas y sencillas —aunque no por ello menos monumentales en el caso concreto de las villas—.. Jaime ha reinterpretado este estilo en su vivienda, con sus arcos a veces redondos, a veces rectilíneos; sus revestimientos a la cal; sus persianas alicantinas y sus suelos cerámicos; su arquitectura sencilla y respetuosa con el entorno. “En el estudio, trabajamos mucho la integración con el paisaje. Una de las cosas en las que más tiempo invertimos es en la implantación, es decir, dónde vamos a situar la casa para que no sea lo que predomine, sino el contexto y el paisaje. Personalmente, prefiero que destaque el paisaje, porque a veces intervenimos en lugares en los que no había nada, como aquí. Me lo pienso mucho porque igual es una arquitectura que va a permanecer en el lugar 100 años… Para mí, lo ideal es que parezca que siempre ha estado ahí; que no sea agresiva ni invasiva con el paisaje, tanto en su propuesta formal como en su materialidad”.. Tanto es así que, de hecho, tener que menoscabar la exuberancia del paisaje era una pega que le veían a la parcela, ya que contaba con un espectacular pino que, de animarse a comprarla, tenían que cortar para poder ubicar la casa. “Sorprendentemente, el temporal Gloria se lo llevó por delante. Que pasara aquello fue como una señal para nosotros”, recuerda Víctor.. El estudio de Jaime Prous está especializado en viviendas, aunque ocasionalmente aborda otro tipo de proyectos. “Me gustaba mucho la magia, pero se me daba muy mal, así que terminé haciendo Arquitectura”, se ríe. “En aquella época, me encantaba Gaudí, que había hecho mucha arquitectura residencial. Durante los estudios, era lo que más me interesaba investigar. He viajado mucho para visitar casas de arquitectos como Alvar Aalto o Jørn Utzon. Me interesa especialmente el componente humano que tiene hacer una vivienda. Sin embargo, es algo que desgasta mucho. Es un trabajo muy psicológico e intenso en el que se pasa por muchas emociones. He vivido dos divorcios de clientes… Hacerse una casa es, a veces, el catalizador de una separación”.. Para el interiorismo, ha contado con la ayuda de Adela Cabré, quien le ayudó con parte del mobiliario y la iluminación, y a huir del blanco, dando con el color hueso perfecto. “Teníamos miedo de que quedara como una casa de arquitecto: aséptica, neutra, invivible… Ella nos ayudó mucho a que esto no pasara. El interiorismo es un mundo muy amplio en el que los arquitectos hemos hecho un poco de intrusismo”, admite con humildad.. Seguir leyendo
Levantarse por la mañana en verano y ventilar para refrescar la casa, cerrando cuando empieza a hacer calor, o subir y bajar las persianas manualmente para controlar el sombreado son el tipo de gestos atávicos con los que Jaime Prous (Barcelona, 43 años) disfruta porque le conectan con la consciencia de habitar. En un mundo en el que en casi todos los interiores estamos a una temperatura estable de manera artificial prácticamente todo el año, el arquitecto ha huido de soluciones domóticas y de un exceso de asistencia energética a través de estrategias pasivas o manuales como la orientación, los filtros y la ventilación cruzada. “Parece como si, para ser más sostenible, hubiera que tener todo tipo de dispositivos: domótica, máquinas de aerotermia, placas fotovoltaicas… Sin embargo, ser sostenible empieza en uno mismo redefiniendo los parámetros de confort, que, por otro lado, es algo que te conecta más con el entorno y con la época del año. Estar siempre a 22 grados te desconecta de la realidad en la que vives”, apunta.Su casa se encuentra en una zona alta de Teià, en el Maresme de Barcelona. Los pórticos de su diseño recuerdan a la Casa dels Cecs, del artista Xavier Corberó, que Jaime subscribe como referencia, así como la influencia de José Antonio Coderch o de Gottfried Semper en su concepción mediterránea y en la cohesión de los espacios interiores y exteriores. Estos pórticos generan un espacio híbrido y difuso, sobre todo en la planta intermedia, donde se encuentra la zona social, que se mueve entre los límites de un interior y un exterior, funcionando como ambas cosas. Unas persianas alicantinas hacen de filtros y ayudan a controlar manualmente el sombreado, así como la vegetación a base de buganvilla, prunus y un olivo, recuperado de la parcela original.“La idea era hacer algo en una línea un poco más de arquitectura vernácula, más tradicional y mediterránea, en la que con un porche y un patio se puede conseguir una gran riqueza arquitectónica, sobre todo en este clima. Yo creo que ahora se está dando una vuelta a esto porque durante una época ha habido una predominancia del movimiento moderno y del racionalismo, que al final es una arquitectura que no estaba pensada para un clima como el nuestro. Hay una vuelta a lo vernáculo porque es lo que toca, quizá no tanto por dialogar con el entorno, sino con el clima, no solo por cuestiones ecológicas sino también para que no tengamos que vivir en una cápsula climatizada”, reflexiona.Su vivienda, no obstante, tiene un diseño muy contemporáneo, solo que la ha pensado integrando soluciones y estrategias vernáculas. Se encuentra en una parcela con un potente desnivel de 11 metros, que fue lo que definió su distribución. La parte más alta se destinó a aparcamiento; en un nivel inferior se ubicó el acceso a la vivienda, en la planta donde se encuentra la zona social, integrada por el salón, la cocina, el comedor y el porche; los dormitorios y un despacho se instalaron en la planta más baja, con acceso al jardín y a la piscina.La parcela había sido un olivar desde los años cuarenta, pero se había quedado abandonado y se lo había comido la vegetación. “Esta zona era como un bosque. Tenía muchos árboles, desde olivos a pinos, naranjos e higueras. Cuando vimos la parcela por primera vez la descartamos, no solo porque era muy complicada debido al desnivel que tenía, sino también por su vegetación salvaje”, recuerda el marido de Jaime, Víctor Carballo (Teià, 36 años), quien se encarga del paisajismo de los proyectos de su pareja, aparte de su trabajo como psicólogo en la Universitat Oberta de Catalunya. Jaime y Víctor se conocieron hace ocho años. A los cuatro meses se fueron a vivir juntos, a los seis encontraron la parcela y, a los nueve, la compraron. En 2021 se casaron y viven en esta casa desde 2023. “Yo siempre voy mirando qué oportunidades hay en el mercado inmobiliario. Nunca había encontrado a nadie que me siguiera con mis locuras”, bromea Víctor.La zona en la que se encuentra la vivienda pertenece a Teià, en el entorno de Alella y El Masnou. En esta parte del Maresme se hicieron villas algunos de los que regresaron tras la pérdida de las últimas colonias en 1898; también, la burguesía de Barcelona de la época. En los alrededores, quedan múltiples muestras de la arquitectura del noucentisme de principios del siglo XX, un movimiento de reacción al modernismo que huyó de su exceso de organicismo en favor de unas líneas arquitectónicas y una decoración simplificadas. En la arquitectura catalana, específicamente, abogaba por un estilo nuevo, inspirado, asimismo, en tipologías vernáculas mediterráneas y en composiciones más clásicas y sencillas —aunque no por ello menos monumentales en el caso concreto de las villas—.Jaime ha reinterpretado este estilo en su vivienda, con sus arcos a veces redondos, a veces rectilíneos; sus revestimientos a la cal; sus persianas alicantinas y sus suelos cerámicos; su arquitectura sencilla y respetuosa con el entorno. “En el estudio, trabajamos mucho la integración con el paisaje. Una de las cosas en las que más tiempo invertimos es en la implantación, es decir, dónde vamos a situar la casa para que no sea lo que predomine, sino el contexto y el paisaje. Personalmente, prefiero que destaque el paisaje, porque a veces intervenimos en lugares en los que no había nada, como aquí. Me lo pienso mucho porque igual es una arquitectura que va a permanecer en el lugar 100 años… Para mí, lo ideal es que parezca que siempre ha estado ahí; que no sea agresiva ni invasiva con el paisaje, tanto en su propuesta formal como en su materialidad”.Tanto es así que, de hecho, tener que menoscabar la exuberancia del paisaje era una pega que le veían a la parcela, ya que contaba con un espectacular pino que, de animarse a comprarla, tenían que cortar para poder ubicar la casa. “Sorprendentemente, el temporal Gloria se lo llevó por delante. Que pasara aquello fue como una señal para nosotros”, recuerda Víctor.El estudio de Jaime Prous está especializado en viviendas, aunque ocasionalmente aborda otro tipo de proyectos. “Me gustaba mucho la magia, pero se me daba muy mal, así que terminé haciendo Arquitectura”, se ríe. “En aquella época, me encantaba Gaudí, que había hecho mucha arquitectura residencial. Durante los estudios, era lo que más me interesaba investigar. He viajado mucho para visitar casas de arquitectos como Alvar Aalto o Jørn Utzon. Me interesa especialmente el componente humano que tiene hacer una vivienda. Sin embargo, es algo que desgasta mucho. Es un trabajo muy psicológico e intenso en el que se pasa por muchas emociones. He vivido dos divorcios de clientes… Hacerse una casa es, a veces, el catalizador de una separación”.Para el interiorismo, ha contado con la ayuda de Adela Cabré, quien le ayudó con parte del mobiliario y la iluminación, y a huir del blanco, dando con el color hueso perfecto. “Teníamos miedo de que quedara como una casa de arquitecto: aséptica, neutra, invivible… Ella nos ayudó mucho a que esto no pasara. El interiorismo es un mundo muy amplio en el que los arquitectos hemos hecho un poco de intrusismo”, admite con humildad. Seguir leyendo
Levantarse por la mañana en verano y ventilar para refrescar la casa, cerrando cuando empieza a hacer calor, o subir y bajar las persianas manualmente para controlar el sombreado son el tipo de gestos atávicos con los que Jaime Prous (Barcelona, 43 años) disfruta porque le conectan con la consciencia de habitar. En un mundo en el que en casi todos los interiores estamos a una temperatura estable de manera artificial prácticamente todo el año, el arquitecto ha huido de soluciones domóticas y de un exceso de asistencia energética a través de estrategias pasivas o manuales como la orientación, los filtros y la ventilación cruzada. “Parece como si, para ser más sostenible, hubiera que tener todo tipo de dispositivos: domótica, máquinas de aerotermia, placas fotovoltaicas… Sin embargo, ser sostenible empieza en uno mismo redefiniendo los parámetros de confort, que, por otro lado, es algo que te conecta más con el entorno y con la época del año. Estar siempre a 22 grados te desconecta de la realidad en la que vives”, apunta.. El arquitecto Jaime Prous en el salón de su vivienda en Teià, en El Maresme de Barcelona, donde vive con su marido, Víctor Carballo.Caterina Barjau. Su casa se encuentra en una zona alta de Teià, en el Maresme de Barcelona. Los pórticos de su diseño recuerdan a la Casa dels Cecs, del artista Xavier Corberó, que Jaime subscribe como referencia, así como la influencia de José Antonio Coderch o de Gottfried Semper en su concepción mediterránea y en la cohesión de los espacios interiores y exteriores. Estos pórticos generan un espacio híbrido y difuso, sobre todo en la planta intermedia, donde se encuentra la zona social, que se mueve entre los límites de un interior y un exterior, funcionando como ambas cosas. Unas persianas alicantinas hacen de filtros y ayudan a controlar manualmente el sombreado, así como la vegetación a base de buganvilla, prunus y un olivo, recuperado de la parcela original.. La interiorista Adela Cabré los animó a romper con la típica estructura del dormitorio ‘en suite’, poniendo el baño en el acceso con una inusual disposición de sus elementos.Caterina Barjau. “La idea era hacer algo en una línea un poco más de arquitectura vernácula, más tradicional y mediterránea, en la que con un porche y un patio se puede conseguir una gran riqueza arquitectónica, sobre todo en este clima. Yo creo que ahora se está dando una vuelta a esto porque durante una época ha habido una predominancia del movimiento moderno y del racionalismo, que al final es una arquitectura que no estaba pensada para un clima como el nuestro. Hay una vuelta a lo vernáculo porque es lo que toca, quizá no tanto por dialogar con el entorno, sino con el clima, no solo por cuestiones ecológicas sino también para que no tengamos que vivir en una cápsula climatizada”, reflexiona.. Una chimenea en el salón permite no tener que poner la calefacción si no hace demasiado frio.Caterina Barjau. Su vivienda, no obstante, tiene un diseño muy contemporáneo, solo que la ha pensado integrando soluciones y estrategias vernáculas. Se encuentra en una parcela con un potente desnivel de 11 metros, que fue lo que definió su distribución. La parte más alta se destinó a aparcamiento; en un nivel inferior se ubicó el acceso a la vivienda, en la planta donde se encuentra la zona social, integrada por el salón, la cocina, el comedor y el porche; los dormitorios y un despacho se instalaron en la planta más baja, con acceso al jardín y a la piscina.. La parcela tiene un desnivel de once metros, que Jaime Prous ha aprovechado para hacer una vivienda con el acceso por la zona alta y una piscina en la parte más baja.Caterina Barjau. La parcela había sido un olivar desde los años cuarenta, pero se había quedado abandonado y se lo había comido la vegetación. “Esta zona era como un bosque. Tenía muchos árboles, desde olivos a pinos, naranjos e higueras. Cuando vimos la parcela por primera vez la descartamos, no solo porque era muy complicada debido al desnivel que tenía, sino también por su vegetación salvaje”, recuerda el marido de Jaime, Víctor Carballo (Teià, 36 años), quien se encarga del paisajismo de los proyectos de su pareja, aparte de su trabajo como psicólogo en la Universitat Oberta de Catalunya. Jaime y Víctor se conocieron hace ocho años. A los cuatro meses se fueron a vivir juntos, a los seis encontraron la parcela y, a los nueve, la compraron. En 2021 se casaron y viven en esta casa desde 2023. “Yo siempre voy mirando qué oportunidades hay en el mercado inmobiliario. Nunca había encontrado a nadie que me siguiera con mis locuras”, bromea Víctor.. Obra perteneciente al proyecto editorial Aurea Dicta, de Miquel Barceló. Caterina Barjau. La zona en la que se encuentra la vivienda pertenece a Teià, en el entorno de Alella y El Masnou. En esta parte del Maresme se hicieron villas algunos de los que regresaron tras la pérdida de las últimas colonias en 1898; también, la burguesía de Barcelona de la época. En los alrededores, quedan múltiples muestras de la arquitectura del noucentisme de principios del siglo XX, un movimiento de reacción al modernismo que huyó de su exceso de organicismo en favor de unas líneas arquitectónicas y una decoración simplificadas. En la arquitectura catalana, específicamente, abogaba por un estilo nuevo, inspirado, asimismo, en tipologías vernáculas mediterráneas y en composiciones más clásicas y sencillas —aunque no por ello menos monumentales en el caso concreto de las villas—.. La interiorista Adela Cabré les ha ayudado con determinadas piezas de mobiliario e iluminación, así como a huir del blanco, dando con el tono hueso perfecto.Caterina Barjau. Jaime ha reinterpretado este estilo en su vivienda, con sus arcos a veces redondos, a veces rectilíneos; sus revestimientos a la cal; sus persianas alicantinas y sus suelos cerámicos; su arquitectura sencilla y respetuosa con el entorno. “En el estudio, trabajamos mucho la integración con el paisaje. Una de las cosas en las que más tiempo invertimos es en la implantación, es decir, dónde vamos a situar la casa para que no sea lo que predomine, sino el contexto y el paisaje. Personalmente, prefiero que destaque el paisaje, porque a veces intervenimos en lugares en los que no había nada, como aquí. Me lo pienso mucho porque igual es una arquitectura que va a permanecer en el lugar 100 años… Para mí, lo ideal es que parezca que siempre ha estado ahí; que no sea agresiva ni invasiva con el paisaje, tanto en su propuesta formal como en su materialidad”.. Los dormitorios se han situado en la planta baja, con acceso directo al jardín y a la piscina.Caterina Barjau. Tanto es así que, de hecho, tener que menoscabar la exuberancia del paisaje era una pega que le veían a la parcela, ya que contaba con un espectacular pino que, de animarse a comprarla, tenían que cortar para poder ubicar la casa. “Sorprendentemente, el temporal Gloria se lo llevó por delante. Que pasara aquello fue como una señal para nosotros”, recuerda Víctor.. Vista desde la zona social de la vivienda, en la que los espacios interiores se encuentran completamente conectados con el porche exterior que proporcionan los pórticos.Caterina Barjau. El estudio de Jaime Prous está especializado en viviendas, aunque ocasionalmente aborda otro tipo de proyectos. “Me gustaba mucho la magia, pero se me daba muy mal, así que terminé haciendo Arquitectura”, se ríe. “En aquella época, me encantaba Gaudí, que había hecho mucha arquitectura residencial. Durante los estudios, era lo que más me interesaba investigar. He viajado mucho para visitar casas de arquitectos como Alvar Aalto o Jørn Utzon. Me interesa especialmente el componente humano que tiene hacer una vivienda. Sin embargo, es algo que desgasta mucho. Es un trabajo muy psicológico e intenso en el que se pasa por muchas emociones. He vivido dos divorcios de clientes… Hacerse una casa es, a veces, el catalizador de una separación”.. Los pórticos proyectan una bonita luz hacia el interior, proporcionando un filtro que, además, les aporta privacidad. El jarrón lo compraron en Venecia.Caterina Barjau. Para el interiorismo, ha contado con la ayuda de Adela Cabré, quien le ayudó con parte del mobiliario y la iluminación, y a huir del blanco, dando con el color hueso perfecto. “Teníamos miedo de que quedara como una casa de arquitecto: aséptica, neutra, invivible… Ella nos ayudó mucho a que esto no pasara. El interiorismo es un mundo muy amplio en el que los arquitectos hemos hecho un poco de intrusismo”, admite con humildad.
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