Para celebrar su vuelta, repasé la primera temporada de Slow Horses. Me provocó nostalgia —y solo han pasado tres años—, ver una extrema derecha británica casi clandestina ahora que reúnen a 110.000 manifestantes en Londres. Añoro la decencia. Hace días vi a Morgan Freeman en Deep Impact exudando dignidad como un presidente de Estados Unidos que prefiere morir como un ciudadano más y no acepta su plaza en un búnker, y pensaba que Trump sería el primero en refugiarse. Siempre veo Deep Impact hasta el final por la ola, aunque es irreal. La que devastaría Manhattan no sería majestuosa, solo agua turbia y repleta de basura. Hay la misma diferencia que entre el personaje de Freeman y el presidente real.Antes los políticos querían parecerse a los que la ficción idealizaba, hasta Nixon pretendió esconder sus vergüenzas. Hoy Woodward y Bernstein serían acusados de antiamericanos. Sentí nostalgia también al encontrarme Cámara sellada en Paramount. Gene Hackman, ejerciendo de odioso supremacista blanco, suelta frases similares a las que he escuchado a un hombre cuya canonización laica sigo en directo. Alguien que basó su imperio en menospreciar a los que no eran como él, porque de eso va lo que pomposamente llamamos “guerra cultural”, de que no haya más discurso que el de los hombres blancos ricos, pero ricos de Forbes. Y hasta los que estamos en contra contribuimos prestando una atención desmesurada a un suceso trágico, pero como el que desgraciadamente hay decenas al año en EE UU. No quiero saber más de alguien que, a pesar de destilar odio ha sido despedido con un pseudofuneral de Estado, pero cada día tropiezo con decenas de noticias que amplifican el alcance de sus ideas. Un honor que no tuvo Melissa Hortman, la congresista demócrata asesinada en su casa junto a su marido y su perro hace tres meses. Apenas sé nada de ella, aunque también murió por su ideología, una que vende menos. Le preocupaban el medioambiente, los derechos de las mujeres y el control de armas. A ver qué clickbait se hace con eso. Lo más parecido a un funeral de Estado que tuvo fue un mensaje de Trump en el que milagrosamente no insultó a nadie. La televisión no cubrió su adiós. Voy a citarme y lo lamento, pero siento que vivimos tiempos en los que no se honraría a Rosa Parks, sino al tipo que pretendió levantarla de su asiento, y todos, aunque solo sea por prestarles una atención que esos tipos no merecen, tenemos responsabilidad sobre ello. Seguir leyendo
Columna. Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado. Vivimos tiempos en los que ya no se honraría a Rosa Parks, sino al tipo que pretendió levantarla de su asiento, y todos, aunque solo sea por prestarles una atención que esos tipos no merecen, tenemos responsabilidad sobre ello. Asistentes al funeral en homenaje de Charlie Kirk, este domingo.Ross D. Franklin (AP). Para celebrar su vuelta, repasé la primera temporada de Slow Horses. Me provocó nostalgia —y solo han pasado tres años—, ver una extrema derecha británica casi clandestina ahora que reúnen a 110.000 manifestantes en Londres. Añoro la decencia. Hace días vi a Morgan Freeman en Deep Impactexudando dignidad como un presidente de Estados Unidos que prefiere morir como un ciudadano más y no acepta su plaza en un búnker, y pensaba que Trump sería el primero en refugiarse. Siempre veo Deep Impact hasta el final por la ola, aunque es irreal. La que devastaría Manhattan no sería majestuosa, solo agua turbia y repleta de basura. Hay la misma diferencia que entre el personaje de Freeman y el presidente real.. Antes los políticos querían parecerse a los que la ficción idealizaba, hasta Nixon pretendió esconder sus vergüenzas. Hoy Woodward y Bernstein serían acusados de antiamericanos. Sentí nostalgia también al encontrarme Cámara sellada en Paramount. Gene Hackman, ejerciendo de odioso supremacista blanco, suelta frases similares a las que he escuchado a un hombre cuya canonización laica sigo en directo. Alguien que basó su imperio en menospreciar a los que no eran como él, porque de eso va lo que pomposamente llamamos “guerra cultural”, de que no haya más discurso que el de los hombres blancos ricos, pero ricos de Forbes. Y hasta los que estamos en contra contribuimos prestando una atención desmesurada a un suceso trágico, pero como el que desgraciadamente hay decenas al año en EE UU.. No quiero saber más de alguien que, a pesar de destilar odio ha sido despedido con un pseudofuneral de Estado, pero cada día tropiezo con decenas de noticias que amplifican el alcance de sus ideas. Un honor que no tuvo Melissa Hortman, la congresista demócrata asesinada en su casa junto a su marido y su perro hace tres meses. Apenas sé nada de ella, aunque también murió por su ideología, una que vende menos. Le preocupaban el medioambiente, los derechos de las mujeres y el control de armas. A ver qué clickbait se hace con eso. Lo más parecido a un funeral de Estado que tuvo fue un mensaje de Trump en el que milagrosamente no insultó a nadie. La televisión no cubrió su adiós.. Voy a citarme y lo lamento, pero siento que vivimos tiempos en los que no se honraría a Rosa Parks, sino al tipo que pretendió levantarla de su asiento, y todos, aunque solo sea por prestarles una atención que esos tipos no merecen, tenemos responsabilidad sobre ello.. Tu suscripción se está usando en otro dispositivo. ¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?. Añadir usuarioContinuar leyendo aquí. Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.. ¿Por qué estás viendo esto?. Flecha. Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.. 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Para celebrar su vuelta, repasé la primera temporada de Slow Horses. Me provocó nostalgia —y solo han pasado tres años—, ver una extrema derecha británica casi clandestina ahora que reúnen a 110.000 manifestantes en Londres. Añoro la decencia. Hace días vi a Morgan Freeman en Deep Impact exudando dignidad como un presidente de Estados Unidos que prefiere morir como un ciudadano más y no acepta su plaza en un búnker, y pensaba que Trump sería el primero en refugiarse. Siempre veo Deep Impact hasta el final por la ola, aunque es irreal. La que devastaría Manhattan no sería majestuosa, solo agua turbia y repleta de basura. Hay la misma diferencia que entre el personaje de Freeman y el presidente real.. Antes los políticos querían parecerse a los que la ficción idealizaba, hasta Nixon pretendió esconder sus vergüenzas. Hoy Woodward y Bernstein serían acusados de antiamericanos. Sentí nostalgia también al encontrarme Cámara sellada en Paramount. Gene Hackman, ejerciendo de odioso supremacista blanco, suelta frases similares a las que he escuchado a un hombre cuya canonización laica sigo en directo. Alguien que basó su imperio en menospreciar a los que no eran como él, porque de eso va lo que pomposamente llamamos “guerra cultural”, de que no haya más discurso que el de los hombres blancos ricos, pero ricos de Forbes. Y hasta los que estamos en contra contribuimos prestando una atención desmesurada a un suceso trágico, pero como el que desgraciadamente hay decenas al año en EE UU.. No quiero saber más de alguien que, a pesar de destilar odio ha sido despedido con un pseudofuneral de Estado, pero cada día tropiezo con decenas de noticias que amplifican el alcance de sus ideas. Un honor que no tuvo Melissa Hortman, la congresista demócrata asesinada en su casa junto a su marido y su perro hace tres meses. Apenas sé nada de ella, aunque también murió por su ideología, una que vende menos. Le preocupaban el medioambiente, los derechos de las mujeres y el control de armas. A ver qué clickbait se hace con eso. Lo más parecido a un funeral de Estado que tuvo fue un mensaje de Trump en el que milagrosamente no insultó a nadie. La televisión no cubrió su adiós.. Voy a citarme y lo lamento, pero siento que vivimos tiempos en los que no se honraría a Rosa Parks, sino al tipo que pretendió levantarla de su asiento, y todos, aunque solo sea por prestarles una atención que esos tipos no merecen, tenemos responsabilidad sobre ello.. Seguir leyendo