Pequeño poema no comprendido. Soy la hija de una pequeña mujer. cuyo cuerpo crece cada día. al amanecer apenas distingo su cara. no estoy segura si ese agujero es su boca. o un ojo volviendo de qué secreto lugar. Si me acerco escucho a un embrión gimiendo. No sé qué tipo de magia es ésta. cómo dos brazos se despliegan de ese cuerpo. cómo esos brazos tendrán puños, decenas de dedos. cómo fuertes piernas pueden salir de ahí. Y luego, al mediodía. con solo una mano levanta tres niños llorando, un pino. una casa con todas sus costillas. la levanta y la pone en otro lado. Cierta vez, luego del colapso de su gran horno. su cuerpo, tensado en el aire. estuvo dentro y fuera de la cocina a la vez.. Desde entonces, cada día, a las dos de la tarde. vuela en el tiempo. con su dedo pulgar multiplica el presente. Que no se me malentienda. ella no es un buda. solo una pequeña mujer. con muchos cuerpos. ―cuerpo de luna creciente―. ―cuerpo de pasto que necesita agua―. Por eso, cuando vuelve a casa. sus pasos ya no quiebran la cerámica. su voz como un aparato sin enchufe. sus manos que volvieron a ser dos, hinchadas. no puede doblarse. no alcanza a masajearse los pies. ―cuerpo del anillo cruel―. A las diez de la noche no tiene conciencia de su joroba. ―cuerpo dividido en porcentajes/porciones―. cientos de voces resuenan en su espalda. ella es como un Cristo que no se atreve a encarar a dios. un pequeño poema no comprendido. Sin embargo hay días. en que sólo empequeñece. entonces su figura crece como la sombra bajo el lomo del condenado. cada piedra en su espalda es más grande en el piso. y a las cuatro de la tarde. todo el terreno está en sombras y yo, de la mano de ella. me acostumbro a mirar. en nuestra propia larga noche. una mano me pinta el corazón de negro. suaves pinceladas, cosquillas casi, me lo pinta y acaricia. Así, yo me vuelvo una hija. con demasiados oídos. ―el del puente abandonado―. ―el del ábside de la sonrisa―. Madre, le dije un día, escapemos. nunca más tu cuerpo hinchado.. Ni levantó los ojos. la cebolla a cuadros uniéndose a la masa. como si le quitara agua a mis sesos. ―Una hija como una piedra, en otro sentido―. ―oído de la sílaba que quiso ser agua para beber―. Madre, le dije la última vez, antes de que se convirtiera. en lo diminuto, en lo indecible, para un momento.. Algo debió pasar, no sé, en el aire,. mi frase encajó en todo su cuerpo. Gotas de sudor se soltaron. Se quedó quieta. y por fin, le acaricié su joroba.. Poema de las preguntas con respuesta. Todo lo que era importante me lo dijo. ―no me refiero sólo a vivir o a por qué debo seguir viviendo. y si acaso existe un fin para mi conciencia o un alma.. Ocurrió entre mi cuarto y el taller. ―había otra gente dando vueltas. había herramientas en las paredes.. Me refiero, más bien, a cómo flotar en el estanque y renunciar a escribirlo. y cuál sería la mejor manera de desaparecer, el lugar, la hora exacta. y cómo es que mi madre, si está contenta, deja de ser mi madre. y qué significa sentarse sobre un cruce de ríos. y por qué el gran roble se tiró al suelo. con la delicadeza de no dañar a nadie.. Todo eso me lo dijo. Lo dijo… pareció tan sencillo…. Así y todo no recuerdo sus palabras.. Sin embargo, en la mañana. levanté la frazada como si fuese un delicado vidrio. me guardé este sueño y lo anoté en otro cuarto. tapé tu pie ― se escapaba de la cama. no te desperté ― como suelo. sobre todo este día. en que estuviste hasta tan tarde trabajando.. Cómo encender un fuego. Recojo ramas medianas y grandes ella pequeñas. la hierba seca la he preparado de antes. tengo un filo y tengo corteza. la madera la apilo como si armara un cono. ―lo pequeño primero. un sombrero. ―lo pequeño en lo grande. un techo. con su propia salida ―una casa. dejo espacios entre las maderas ―con sus ventanas. Mi perra ya se ha tumbado. Llegan los primeros crujidos. los segundos bramidos. las primeras crepitaciones. las múltiples onomatopeyas de brasa. detrás de los pastizales un zorro grita. un silbido se adentra desde el tronco a la noche. el mapa de las aguas de un árbol me lleva a otro tiempo, a otros puertos. cuando ya cada cosa tiene su llama propia. el humo blanco se mete hasta el fondo de mis ojos. Natalia Figueroa Gallardo. La Serena, Chile, 1983. Poeta. Doctora en Literatura por la Universidad de Chile. Su libro Una mujer sola siempre llama la atención en un pueblo obtuvo el premio a la Mejor Obra Literaria publicada durante 2015 en Chile, en el género de poesía. Entre sus traducciones del griego moderno se cuentan Canción de mi hermana y Diarios de exilio de Yannis Ritsos, Frente al muro de Miltos Sajturis y Perdí mi confianza en el silencio de Katherina Angelaki-Rouk. Es autora de la investigación Ideologías excluyentes en la literatura chilena (2018) y de los poemarios Experimentos acerca de la repetición de los días (2021), El gran cuaderno del búho blanco (2022) y Diario de una guardavidas (2023).
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Soy la hija de una pequeña mujer/ cuyo cuerpo crece cada día/ al amanecer apenas distingo su cara/ no estoy segura si ese agujero es su boca/ o un ojo volviendo de qué secreto lugar/ Si me acerco escucho a un embrión gimiendo La entrada Pequeño poema no comprendido se publicó primero en Periódico de Poesía.