Un niño de diez años, que vive en un pueblo y tiene dos amigos de afinidades desiguales, pasa su tiempo libre bailando. como los concursantes del programa ¡Fama, a bailar! Entre su abuela, su madre (enferma de los nervios), La Yesi (su perra) y un padre agricultor, Paula Vázquez, la presentadora (real) del programa, se cuela en su pequeño mundo. Detrás de este sencillo argumento pegado a la tierra y a la piel está uno de los hallazgos de la temporada literaria: Jonathan Arribas, 27 años, graduado en Derecho (casi a su pesar), nacido en Zamora, pelirrojo y autor de Vallesordo, su ópera prima (Libros del Asteroide). La editorial, que tiene en su catálogo a autoridades como Maggie O´Farrell, autora de Hamnet, lo ha situado en la categoría de «Descubrimiento». El debut literario de Arribas habla de un ‘Billy Elliot’ -aquel hijo de minero irlandés que aprendía a bailar mientras su padre creía que boxeaba- rural, enternecedor y amoroso.. Tenía poco más de 22 años cuando del norte, Zamora, viajó al sur, Córdoba, arropado por la Fundación Antonio Gala; con una parada en Madrid, en la Universidad Complutense, donde cursó un Máster de Escritura, clave en su cruzada creativa y personal. En la capital salió del armario y encontró amigas que han sido las madrinas de su vocación indestructible y a quienes dedica este libro. Pero ¿qué llevó a Jonathan Arribas a invertir los designios de su vida?. «En Madrid descubrí personas que me hicieron ver ‘¡qué bien que hay más gente en este barco!». Ya en Córdoba, la segunda parte del camino, le ayudó «tener durante ocho meses tiempo para pensar y compartir el tiempo con pintores, escritores…», recuerda el joven escritor.. Me puse a escribir sin más. Pensé, ‘tiempo para ganarse la vida de otra manera, ya habrá’. Su inmersión en la literatura fue algo casi por impulso, pero no azaroso, más bien pausado y con tiento. «Fue un poco así: sentía que podía aprender a hacerlo, tuve una corazonada muy fuerte. Tiempo para ganarse la vida de otra manera ya habrá, -pensé-. Fue como lanzarse al vacío». Entre su pálpito y la realidad pasó cuatro años madurando Vallesordo.. La cosa siguió así: antes de que hubiera terminado de escribir el libro, la agencia literaria de Silvia Bastos le pidió leerlo. Lo siguiente fue asegurarse de que firmaba el contrato y darle tiempo para todo el proceso de edición, hasta que Libros del Asteroide la puso en circulación. Hoy estamos frente a frente con él, tomando un café en un hotel madrileño, como si en realidad no hubiera pasado nada relevante en su corta existencia.. Aunque él sabe que este libro es el principio de sus aspiraciones. «Seguir escribiendo, no mucho más. Tengo pensado un segundo libro, como que los personajes ya están dialogando en mi cabeza, sobre todo cuando voy a pasear. Será un proceso lento, como lo fue Vallesordo», adelanta.. Arribas no se ciñe solo a la ficción, sino que se ve ensanchando horizontes. «Me gustaría escribir teatro y ensayo. Poesía no, me parece muy complicado. Es la escritura dentro de la escritura», reflexiona, si bien luego rectifica. «Aunque nunca se sabe».. Mi libro cuenta desde dentro la España rural, es un viaje a mi infancia, aunque lo cuente el protagonista. Vallesordo, ese pueblo inventado que recuerda al suyo, es una novela de atmósfera rural, pero nada más lejos de la intención de su autor que hablar de la España despoblada. «No es un canto, no pretende ser nada que ensalce la vida rural. Describe, trata de contar una historia que sucede en ese lugar con sus cosas malas y buenas», dice con su tono cadencioso.. La España vaciada, como la han llamado muchos, es, según Arribas, «el concepto que alguien desde fuera ha puesto a esos lugares. Puede llamar la atención o que se pongan en marcha muchas políticas, pero yo no me he relacionado ni mucho ni nada con ese concepto. Mi libro está contando desde dentro, es un viaje a mi infancia, aunque lo cuente Nico, el protagonista».. Tan importante es este medio para Arribas -quien ha vuelto a vivir a Zamora donde, además, quiere quedarse- que sus pensamientos sobre un nuevo título también se dirigen a lo rural, aunque «habrá un desplazamiento hacia otro lugar. No será el punto de vista de un niño, y lo haré con más calma, sintiendo que hay ya un libro publicado y que el reconocimiento es importante».. No estoy dándole a nadie codazos para que no hable de la España vaciada. No busca, tampoco, polemizar con otros que encuentran en la vida rural un motivo de creación, entre la desesperanza y la soledad. «No quiero criticar, defiendo el lugar desde el que yo he contado la historia. No estoy dándole codazos a nadie para que no hable de eso. Hablamos de ficción, la gracia es colocarte en un lugar en el que en tu vida no estás para hablar desde allí. Alguien que haya nacido en una ciudad, puede hacerlo desde otro punto de vista o desplazarse a cómo sería haber crecido en un pueblo. La ficción es un desplazarse», insiste.. ¿Qué hay de Jonathan Arribas en el pequeño Nicolás Pérez Rincón? «El motor de la escritura son las emociones que yo recuerdo haber sentido de niño. A nivel emocional, el nervio de la escritura, es algo mío, hay un impulso que parte de dentro. Pero luego los hechos que arropan a esa manera es ir inventando. El placer de escribir es el placer de inventar. Nico es muy imaginativo y fantasioso, como yo».. Si al protagonista le encanta danzar, ¿le gusta al autor? «Me gusta bailar, sí. Era seguidor de Fama. Respecto a mi abuela y la de ficción, son sensatas cada una a su manera, pero diferentes. Con la abuela de Nico fantaseaba hace un tiempo».. Le estoy agradecido a ‘Vallesordo’ porque ahora me siento cerca de lo que yo fui de niño. Ese cordón umbilical con la niñez lo es también con el aquí y ahora. «Cuando yo empecé a escribir a los 22 años conecté con cierta sensibilidad que siento que tenía de niño, pero que había perdido por el camino, que tiene que ver con cómo te han educado: la expresión de género, el ser un hombre, tener que representar eso… Ahora, me siento cerca a lo que yo fui de niño. Eso me lo ha dado el libro, por eso le estoy muy agradecido a Vallesordo. La infancia siempre tiene esa cosa de fantasear, pero en la queer está más presente».. Hay un vocabulario muy explícito en la novela que no se corresponde con un joven de 27 años, leído, como es Arribas. Para ello, el joven se hizo un listado de términos anclados en el territorio, como ‘cansuto’ (lo que equivale a cansado). «Pasé bastante tiempo con las amigas de mi abuela, para acercarme a eso. Incluso hay palabras que me he inventado. Los niños cuando no saben designar algo, buscan la manera de hacerlo. Aprender a escribir así me ha gustado mucho. ‘Radiovoltaje’, es inventada, igual que el ‘espejo robótico’. Me ha gustado llegar a ese nivel de libertad. Cuando empiezas en la escritura hay algo reverencial, y que eso desaparezca está bien».. Lo que yo hizo que yo quisiera escribir fue que me reí con lo de otros escritores. El joven escritor es deudor de Nabokok, por su manera de mezclar el sentido del humor, con la ternura y el disparate, en la novela Pnin. «Me acuerdo de que me dije si se puede hacer esto con las palabras, yo quiero hacerlo. Saltaban chispas. Lo que yo hizo que yo quisiera escribir fue que me reí con lo de otros».. También le gustó por su humor, recuerda, Almas muertas, de Gogol. Aunque su principal inspiración está en su ‘casa’. El linguista, también zamorano, Agustín García Calvo fue muy importante para él. «Para mí es un ejemplo de resistencia, de decir que no a muchas cosas, saber que las cosas no son así; allí hay una lucha del no. Por un lado, está eso, que es muy político, y me acompañó a renunciar a convertirme en algo en lo que no me quería convertir. La capacidad de, sin dejar de ser combativo, crear textos bellos. Me ayudó a vertebrar algo».. A su joven edad, Arribas se quiere alejar de la presión que marca el futuro. «No me siento responsable de nada. Yo he hecho algo que es pequeño, que está bien hecho, he trabajado en esa cosa pequeña y he tenido la suerte de que el texto haya acabado en una editorial genial, pero no me siento responsable».. «Podría no haber un segundo libro y allí se acabaría todo. No soy un novelista que tenga que continuar con una carrera de novelista», sentencia, de repente, sin mirar al presente, más bien en busca de la calma que le permita seguir buscando historias con la misma libertad que encontró al hacer Vallesordo.. Y remata con una frase que es un buen epitafio para la conversación, con permiso de Paula Vázquez: «La pista de baile es más grande de lo que parece. Hay que seguir bailando y ya está».
Con 27 años, su libro, de ambiente rural, ha sido editado por el mismo sello que publica a Maggie O´Farrell
Un niño de diez años, que vive en un pueblo y tiene dos amigos de afinidades desiguales, pasa su tiempo libre bailando. como los concursantes del programa ¡Fama, a bailar! Entre su abuela, su madre (enferma de los nervios), La Yesi (su perra) y un padre agricultor, Paula Vázquez, la presentadora (real) del programa, se cuela en su pequeño mundo. Detrás de este sencillo argumento pegado a la tierra y a la piel está uno de los hallazgos de la temporada literaria: Jonathan Arribas, 27 años, graduado en Derecho (casi a su pesar), nacido en Zamora, pelirrojo y autor de Vallesordo, su ópera prima (Libros del Asteroide). La editorial, que tiene en su catálogo a autoridades como Maggie O´Farrell, autora de Hamnet, lo ha situado en la categoría de «Descubrimiento». El debut literario de Arribas habla de un ‘Billy Elliot’ -aquel hijo de minero irlandés que aprendía a bailar mientras su padre creía que boxeaba- rural, enternecedor y amoroso.. Tenía poco más de 22 años cuando del norte, Zamora, viajó al sur, Córdoba, arropado por la Fundación Antonio Gala; con una parada en Madrid, en la Universidad Complutense, donde cursó un Máster de Escritura, clave en su cruzada creativa y personal. En la capital salió del armario y encontró amigas que han sido las madrinas de su vocación indestructible y a quienes dedica este libro. Pero ¿qué llevó a Jonathan Arribas a invertir los designios de su vida?. «En Madrid descubrí personas que me hicieron ver ‘¡qué bien que hay más gente en este barco!». Ya en Córdoba, la segunda parte del camino, le ayudó «tener durante ocho meses tiempo para pensar y compartir el tiempo con pintores, escritores…», recuerda el joven escritor.. Me puse a escribir sin más. Pensé, ‘tiempo para ganarse la vida de otra manera, ya habrá’. Su inmersión en la literatura fue algo casi por impulso, pero no azaroso, más bien pausado y con tiento. «Fue un poco así: sentía que podía aprender a hacerlo, tuve una corazonada muy fuerte. Tiempo para ganarse la vida de otra manera ya habrá, -pensé-. Fue como lanzarse al vacío». Entre su pálpito y la realidad pasó cuatro años madurando Vallesordo.. La cosa siguió así: antes de que hubiera terminado de escribir el libro, la agencia literaria de Silvia Bastos le pidió leerlo. Lo siguiente fue asegurarse de que firmaba el contrato y darle tiempo para todo el proceso de edición, hasta que Libros del Asteroide la puso en circulación. Hoy estamos frente a frente con él, tomando un café en un hotel madrileño, como si en realidad no hubiera pasado nada relevante en su corta existencia.. Vallesordo, de JohantanCEDIDA/Libros del Asteroide. Aunque él sabe que este libro es el principio de sus aspiraciones. «Seguir escribiendo, no mucho más. Tengo pensado un segundo libro, como que los personajes ya están dialogando en mi cabeza, sobre todo cuando voy a pasear. Será un proceso lento, como lo fue Vallesordo», adelanta.. Arribas no se ciñe solo a la ficción, sino que se ve ensanchando horizontes. «Me gustaría escribir teatro y ensayo. Poesía no, me parece muy complicado. Es la escritura dentro de la escritura», reflexiona, si bien luego rectifica. «Aunque nunca se sabe».. Mi libro cuenta desde dentro la España rural, es un viaje a mi infancia, aunque lo cuente el protagonista. Vallesordo, ese pueblo inventado que recuerda al suyo, es una novela de atmósfera rural, pero nada más lejos de la intención de su autor que hablar de la España despoblada. «No es un canto, no pretende ser nada que ensalce la vida rural. Describe, trata de contar una historia que sucede en ese lugar con sus cosas malas y buenas», dice con su tono cadencioso.. La España vaciada, como la han llamado muchos, es, según Arribas, «el concepto que alguien desde fuera ha puesto a esos lugares. Puede llamar la atención o que se pongan en marcha muchas políticas, pero yo no me he relacionado ni mucho ni nada con ese concepto. Mi libro está contando desde dentro, es un viaje a mi infancia, aunque lo cuente Nico, el protagonista».. El autor nació en Zamora hace 27 años.CEDIDA. Tan importante es este medio para Arribas -quien ha vuelto a vivir a Zamora donde, además, quiere quedarse- que sus pensamientos sobre un nuevo título también se dirigen a lo rural, aunque «habrá un desplazamiento hacia otro lugar. No será el punto de vista de un niño, y lo haré con más calma, sintiendo que hay ya un libro publicado y que el reconocimiento es importante».. No estoy dándole a nadie codazos para que no hable de la España vaciada. No busca, tampoco, polemizar con otros que encuentran en la vida rural un motivo de creación, entre la desesperanza y la soledad. «No quiero criticar, defiendo el lugar desde el que yo he contado la historia. No estoy dándole codazos a nadie para que no hable de eso. Hablamos de ficción, la gracia es colocarte en un lugar en el que en tu vida no estás para hablar desde allí. Alguien que haya nacido en una ciudad, puede hacerlo desde otro punto de vista o desplazarse a cómo sería haber crecido en un pueblo. La ficción es un desplazarse», insiste.. Arribas.Ciriaco Vega. ¿Qué hay de Jonathan Arribas en el pequeño Nicolás Pérez Rincón? «El motor de la escritura son las emociones que yo recuerdo haber sentido de niño. A nivel emocional, el nervio de la escritura, es algo mío, hay un impulso que parte de dentro. Pero luego los hechos que arropan a esa manera es ir inventando. El placer de escribir es el placer de inventar. Nico es muy imaginativo y fantasioso, como yo».. Si al protagonista le encanta danzar, ¿le gusta al autor? «Me gusta bailar, sí. Era seguidor de Fama. Respecto a mi abuela y la de ficción, son sensatas cada una a su manera, pero diferentes. Con la abuela de Nico fantaseaba hace un tiempo».. Le estoy agradecido a ‘Vallesordo’ porque ahora me siento cerca de lo que yo fui de niño. Ese cordón umbilical con la niñez lo es también con el aquí y ahora. «Cuando yo empecé a escribir a los 22 años conecté con cierta sensibilidad que siento que tenía de niño, pero que había perdido por el camino, que tiene que ver con cómo te han educado: la expresión de género, el ser un hombre, tener que representar eso… Ahora, me siento cerca a lo que yo fui de niño. Eso me lo ha dado el libro, por eso le estoy muy agradecido a Vallesordo. La infancia siempre tiene esa cosa de fantasear, pero en la queer está más presente».. Hay un vocabulario muy explícito en la novela que no se corresponde con un joven de 27 años, leído, como es Arribas. Para ello, el joven se hizo un listado de términos anclados en el territorio, como ‘cansuto’ (lo que equivale a cansado). «Pasé bastante tiempo con las amigas de mi abuela, para acercarme a eso. Incluso hay palabras que me he inventado. Los niños cuando no saben designar algo, buscan la manera de hacerlo. Aprender a escribir así me ha gustado mucho. ‘Radiovoltaje’, es inventada, igual que el ‘espejo robótico’. Me ha gustado llegar a ese nivel de libertad. Cuando empiezas en la escritura hay algo reverencial, y que eso desaparezca está bien».. Lo que yo hizo que yo quisiera escribir fue que me reí con lo de otros escritores. El joven escritor es deudor de Nabokok, por su manera de mezclar el sentido del humor, con la ternura y el disparate, en la novela Pnin. «Me acuerdo de que me dije si se puede hacer esto con las palabras, yo quiero hacerlo. Saltaban chispas. Lo que yo hizo que yo quisiera escribir fue que me reí con lo de otros».. También le gustó por su humor, recuerda, Almas muertas, de Gogol. Aunque su principal inspiración está en su ‘casa’. El linguista, también zamorano, Agustín García Calvo fue muy importante para él. «Para mí es un ejemplo de resistencia, de decir que no a muchas cosas, saber que las cosas no son así; allí hay una lucha del no. Por un lado, está eso, que es muy político, y me acompañó a renunciar a convertirme en algo en lo que no me quería convertir. La capacidad de, sin dejar de ser combativo, crear textos bellos. Me ayudó a vertebrar algo».. A su joven edad, Arribas se quiere alejar de la presión que marca el futuro. «No me siento responsable de nada. Yo he hecho algo que es pequeño, que está bien hecho, he trabajado en esa cosa pequeña y he tenido la suerte de que el texto haya acabado en una editorial genial, pero no me siento responsable».. «Podría no haber un segundo libro y allí se acabaría todo. No soy un novelista que tenga que continuar con una carrera de novelista», sentencia, de repente, sin mirar al presente, más bien en busca de la calma que le permita seguir buscando historias con la misma libertad que encontró al hacer Vallesordo.. Y remata con una frase que es un buen epitafio para la conversación, con permiso de Paula Vázquez: «La pista de baile es más grande de lo que parece. Hay que seguir bailando y ya está».